Los fenómenos meteorológicos extremos amenazan la salud y la seguridad de los africanos
El cambio climático es uno de los mayores retos a los que se enfrenta la población africana y al que, sin lugar a duda, continuará enfrentándose más allá de este siglo. Por eso, la ONG ecologista y pacifista Greenpeace está estudiando la relación entre el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos presentes en África. Según un informe científico elaborado por esta organización, la salud humana, la seguridad alimentaria, la paz y la biodiversidad en África se están viendo amenazadas debido al incremento de los fenómenos meteorológicos extremos en el continente, que cada vez son más frecuentes, graves e intensos.
Desde Greenpeace aseguran que, si esta cuestión no se aborda a tiempo, es probable que la situación desemboque en muertes y conflictos, así como en más problemas medioambientales como lluvias irregulares, escasez de agua potable y extinción acelerada de especies africanas.
La crisis climática está, según Greenpeace, fuera de control en la región africana, así como también lo están los fenómenos meteorológicos extremos, por ejemplo, las olas irregulares de calor excesivo, las inundaciones y las sequías, entre otros. Además, la gravedad de la situación se vive con más intensidad en las comunidades más pobres, ya que no están dotadas de los recursos necesarios para la adaptación a estos cambios.
En el último año, países como Senegal, Níger, Burkina Faso, Mauritania, Nigeria, Chad y Sudán han sufrido inundaciones que han provocado la muerte de más de 200 personas. Estos fenómenos han dejado a su paso a cerca de un millón de afectados en el Sahel y en África Central.
Uno de los hallazgos que recoge el informe de la organización ecologista está relacionado con el calor excesivo en África, y es que las temperaturas medias en el continente aumentarán en un futuro a un ritmo mayor que el promedio mundial. De hecho, entre 1900 y 2000 el continente se calentó aproximadamente 0,5 grados. Greenpeace advierte de que, si continúan las altas emisiones, ven posible que este aumento de temperatura oscile entre los tres y seis grados para finales del siglo XXI.
A este calor extremo se le suma otro problema: la población en África Subsahariana desconoce los peligros de este fenómeno hasta que presencia sus devastadoras consecuencias. Esto ocurre por la escasa información acerca de los períodos de calor extremo que reciben los subsaharianos. “Es necesario que haya una mejor incorporación del conocimiento indígena en la evidencia científica sobre eventos climáticos extremos en África. Los países africanos deben participar más en la dirección del desarrollo de nuevas bases de datos y modelos en lugar de depender de países fuera de África’’, afirma Ndoni Mcunu, científica climática, fundadora de Black Women in Science y coautora del informe en cuestión.
Esta falta de información se concreta en las bases de datos, que registran únicamente dos olas de calor extremo en el África Subsahariana entre 1900 y 2019, mientras que recogen un total de 83 en España en el tiempo transcurrido entre 1980 y 2019. Para hacer frente a esta problemática, los expertos recomiendan supervisar las olas de calor mundiales durante tres o cuatro décadas. De este modo, se generaría un conocimiento acerca de las tendencias generales que permitiría conocer mejor este fenómeno y llevar a cabo actuaciones eficaces en aquellos países que verdaderamente precisan de ellas. ‘’Esto asegurará una mejor comunicación, planificación y proyectos futuros de eventos’’, asegura Mcunu.
El informe también aborda otro fenómeno relacionado directamente con el anterior: las sequías. Este último conlleva pérdidas económicas relacionadas con el desperdicio de las cosechas y condiciones insalubres de hambre y falta de agua potable.
Es aquí donde entra en juego la modalización de los trópicos, que están aumentando de tamaño y expandiéndose hacia los polos. Esta cuestión aún se encuentra en estudio por parte de los científicos, pero se relaciona habitualmente con la actividad humana en el planeta y con la acumulación de gases de efecto invernadero. Este asunto está ligado con las sequías en tanto que la alteración de los trópicos podría alterar también el cinturón de lluvias y, por tanto, agravar este fenómeno relacionado con la escasez de agua.
Debe tenerse en cuenta que la estación de lluvias en África (comprendida en los meses de verano) es cada vez más corta e intensa. Esto supone un problema de doble vertiente, pues los recursos hídricos generados no sirven para abastecer a toda la población y, además, terrenos e infraestructuras quedan dañados debido a las lluvias torrenciales que dicha intensidad provoca.
“La ciencia muestra que hay muy poco de natural en los desastres que azotan nuestro continente [África]”, Melita Steele, directora del programa Greenpeace África
Según Greenpeace, la predicción de los escenarios climáticos futuros es incierta, ya que existen muchos actores en relación al cambio climático y todo depende de sus actuaciones frente a esta emergencia mundial. Asimismo, la directora del programa de Greenpeace África, Melita Steele, asegura que “la ciencia muestra que hay muy poco de natural en los desastres que azotan nuestro continente [África]” y advierte que es el hombre quien debe poner remedio a una crisis creada por él mismo. Una crisis que no se soluciona mediante donaciones de sacos de arroz después de un desastre, asegura.
Algunos modelos climáticos prevén migraciones masivas a causa del sobrecalentamiento, puesto que generarán zonas con temperaturas incompatibles con la habitación humana. Según el informe, las partes más afectadas serían el norte y el centro de África. Greenpeace no pone el foco del problema en la migración en sí, sino en los conflictos políticos y culturales que se podrían dar tanto fuera como dentro de las regiones afectadas.
El aumento extremo de las temperaturas tendría un efecto devastador para la agricultura africana, que al año genera el 60% del empleo del continente y se considera el motor de la economía. África vería reducida su productividad agraria, así como un aumento de las plagas y las enfermedades.
Un ejemplo es el brote de langostas que se originó el año pasado en Arabia Saudí y Yemen y que afectó a 10 países africanos: Etiopía, Somalia, Kenia, Eritrea, Yibuti, Uganda, Tanzania, Sudán, Egipto y Sudán del Sur. Brotes como este comprometen la seguridad alimentaria y los medios de vida de millones de personas.
La directora de la Asociación de Mujeres y Pueblos Indígenas de Chad, Hindou Oumarou Ibrahim, afirma que gran parte del pueblo africano está decidido a frenar el cambio climático: “En el Sahel, el cambio climático destruyó nuestros cultivos, nuestros hogares y separó a las familias a través de la migración forzada. Pero África no es solo el escenario donde se desarrollarán los peores impactos climáticos, es un continente de millones de ciudadanos decididos a detener el cambio climático, a alejarse de los combustibles fósiles, que se pondrán de pie para proteger nuestros bosques y nuestra biodiversidad de la agricultura industrial”.
Greenpeace asegura que, si las temperaturas siguen aumentando, toda la biodiversidad africana se vería afectada. Se han planteado diversos escenarios climáticos y todos apuntan a que, al menos, se extinguirían más de 100 especies de animales distintos y alrededor de 2.000 plantas que, a día de hoy, constituyen la capa floral africana.
La ONG concluye el informe afirmando que para 2050 las precipitaciones en África serán aún más escasas que en la actualidad, cosa que influirá de manera directa en la escasez de recursos hídricos y en la calidad de vida de las personas. Por este motivo, hace un llamamiento a los gobiernos africanos para que tomen medidas de inmediato. El informe insta a la necesidad de aumentar la resiliencia a los fenómenos meteorológicos extremos a fin de proteger a las comunidades de todo el continente.
Se ha demostrado que el continente africano es muy vulnerable a los impactos del calentamiento global. Por eso Greenpeace explica que se debe empezar la transición a energías 100% renovables, evitando las vías energéticas basadas en la extracción de combustibles fósiles y también protegiendo los océanos, los bosques y la seguridad alimentaria en las próximas décadas. El hecho de que África esté altamente expuesta a las consecuencias del cambio climático es, cuando menos, paradójico, si tenemos en cuenta que es uno de los continentes con menos emisiones de CO2.
En el informe, la activista climática de Uganda Vanessa Nakate también hace una llamamiento a los gobiernos africanos para que actúen al respecto: “He visto que el cambio climático afecta de manera desproporcionada a las personas de mi comunidad y del continente africano. Líderes: debéis despertar, debéis escuchar a la ciencia y debéis enfrentar la emergencia climática. Debemos poner fin a la inseguridad alimentaria, hídrica y a la violencia que está provocando el cambio climático”.