Tres proyectos solidarios en el camino de los refugiados ucranianos
El conflicto entre Rusia y Ucrania continúa tras más de un mes. Miles de voluntarios han decidido dedicar su tiempo y sus esfuerzos a ayudarles para reducir el daño que padecen. Tres son las historias que ilustran la ayuda al pueblo ucraniano. La organización Dos Manos X Persona, compuesta por cuatro chicos de Barcelona que han viajado hasta la frontera entre Polonia y Ucrania. Carlota Méndez, una estudiante de Erasmus en la ciudad Polaca de Poznan, que mediante donaciones ayuda a los refugiados que llegan en tren a la ciudad. Jordi G. P., vecino de La Floresta que ya ha ayudado a más de seis familias de refugiados y que en la actualidad acoge a nueve ucranianos en su casa.
Ya son más de mil civiles muertos desde el inicio del conflicto y 3,7 millones de refugiados según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). La decisión de abandonar el país es sólo el inicio de una larga travesía en busca de ayuda y estabilidad. La mayoría de ellos huyen hacia Polonia, que ya ha recibido a 2,2 millones de personas.
DE ESPAÑA A LA FRONTERA DE UCRANIA
Una de las fronteras es Medyka, un pueblo polaco que se ha volcado con su país vecino. Hasta allí se dirigen miles de refugiados, donde les espera la ayuda de muchos voluntarios, entre los que se encuentran Luis Argelich, Marcelo P.T., Carlos Framis y Tomás Pérez, un grupo de amigos de Barcelona. Su inquietud ante la situación les llevó a buscar la manera para llegar a la frontera y echar una mano. Visitaron el consulado de Ucrania en la Ciudad Condal, donde les recomendaron aportar desde España.
Crearon la iniciativa de «Dos Manos Por Persona» e hicieron una cuenta de Instagram (@dosmanosxpersona). En un inicio se trataba de un proyecto de recaudación de dinero para comprar productos que los ucranianos necesitan y enviarlos desde España. «En ese momento, flipamos por toda la gente a la que habíamos llegado y las donaciones que recibimos. Nuestra primera publicación tiene más de 1500 likes y nos motivamos más, por lo que empezamos a buscar organizaciones que ayudaban en la frontera con Polonia», recuerda Tomás. Finalmente dieron con World Central Kitchen (WCK).
World Central Kitchen es una organización no gubernamental sin ánimo de lucro dedicada al abastecimiento de comidas en todo el mundo después de desastres naturales. Fue fundada en 2010 por el chef José Andrés para responder a la escasez de alimentos en Haití provocada por el terremoto que devastó la isla. Del mismo modo está ayudando con stands de comida en la frontera con Ucrania. Se apuntaron como voluntarios, compraron billetes a Cracovia y tres días después estaban en la ciudad fronteriza de Medyka con dos coches de alquiler.
Cuando llegaron se dividieron en dos grupos. Dos de ellos se encargaban de llevar en coche a las familias a los aeropuertos o centros de refugiados. Con las donaciones que recibían pagaban los billetes de avión. En total llevaron a 62 personas.
Los otros dos estaban en la frontera sirviendo comida a los ucranianos que recién llegaban en los stands de WCK. Las jornadas eran de 9 de la mañana a 10 de la noche, a -11ºC. El alojamiento era lo más complicado: «dormimos la primera noche en un Airbnb que era para voluntarios y refugiados pero decidimos dejarlo únicamente para los refugiados. Dormíamos donde nos acogían hasta la última noche, que dormimos en el coche», añade Luis.
Después de 3 días en la frontera fueron a Przemyśl, que se encuentra a veinticinco minutos de la frontera, a un centro de refugiados. Desde este centro se ayuda a los ucranianos a irse al país que deseen. «En cada esquina hay mesas internacionales donde los refugiados van a la mesa del país donde les gustaría ir. De ahí se crean unas listas. El que llega antes va primero. Se le buscan vuelos o buses y de esta manera va al país en que le van a acoger», cuenta Tomás.
CARLOTA MÉNDEZ, UN ERASMUS PARA RECORDAR
En Polonia no se ayuda únicamente en las fronteras. Son muchísimos los proyectos que han surgido para cubrir las necesidades de los ucranianos. Una de estas iniciativas es la de Carlota Méndez Lápido, una española que está de Erasmus en Poznan. Se juntó con sus amigas, decidieron hacer una compra con su propio dinero y la dejaron en un punto de recogida de productos. «Notamos que todo el pueblo comenzaba a poner banderas ucranianas como símbolo de apoyo, y entonces fue cuando nos empezamos a plantear ayudar de alguna manera», cuenta. Amigos y familiares se unieron al proyecto con donaciones.
La idea se fue extendiendo y el dinero que recibían cada vez era mayor. Decidieron, tras la segunda compra, abrir una cuenta de Instagram y crear un grupo de WhatsApp para justificar a dónde iba el dinero. La intención era crear un sistema en el que recibían donaciones de cualquier parte del mundo para poder comprar los productos que los ucranianos necesitaban y que los recibiesen en el menor plazo posible. «Como cada día se actualizan las necesidades de los ucranianos es mucho más rápido comprar y llevar lo necesario desde aquí», apunta.
De esta manera, Méndez y sus amigas compraban productos enlatados, conservas, comida para bebés y para animales. Sin embargo, también han proporcionado ropa, en especial térmica e interior; utensilios como toallas, linternas y sacos de dormir; medicinas y material sanitario. «Las dependientas de las farmacias se quedaron flipando cuando le dijimos que nos diera todo lo que pudiese de la lista que llevábamos. Nos dieron unas diez cajas de ibuprofeno».
Poco después empezaron a llegar refugiados a la estación de tren de Poznan, donde les esperaba cobijo, comida y productos de necesidad. «Fuimos a la estación y vimos un grupo de personas que estaban con mesas sirviendo comida y dando ropa. Preguntamos si podíamos ayudar y nos aceptaron de inmediato, y actualmente continuamos allí. El primer día estuvimos unas doce horas», comenta. A su vez, cuando falta algo en la estación lo compran con las donaciones. El resto de la compra lo dejan en la entrada del supermercado del pueblo. Los refugiados cogen de allí todo lo que necesitan y lo que sobra se redistribuye.
La situación era muy «abrumadora». Algunas de estas personas simplemente están de paso para ir a otro país, mientras que otras se quedan en albergues del pueblo. «He conocido a muchas familias que tienen esperanza en que esto termine pronto y no se van muy lejos para luego volver. Lógicamente hay muchísimas otras familias que están hundidas y otras que les da igual a dónde ir, únicamente buscan un mínimo de estabilidad», añade.
«Por otra parte, noto que Polonia y los polacos están muy concienciados y volcados con los ucranianos, muchos de ellos los acogen en sus casas. El otro día en la estación había casi más voluntarios que refugiados. Dentro de todo lo triste es a la vez bonito, muy humano», concluye Méndez.
LA CASA DE JORDI, REFUGIO DE ESPERANZA
Los refugiados que deciden irse lejos están encontrando ayuda en muchas personas que les abren la puerta de su casa. Es el caso de Jordi G.P. Director de la Academia Guiu, una academia para ayudar al refuerzo de selectividad a todos los alumnos. «Cuando empezó el conflicto llamé a un ex estudiante ucraniano que había pasado por la academia para preocuparme por él y le pregunté qué podía hacer para ayudar. El me paso la organización ‘I Can Help Host’», explica.
I Can Help Host es una plataforma solidaria creada por un equipo dedicado de voluntarios en respuesta a la crisis humanitaria provocada por la agresión de las fuerzas militares rusas contra Ucrania. Una vez se inscribió en la web, empezó a recibir llamadas de familias ucranianas que explicaban sus necesidades, y él tenía la opción de acogerlas.
Actualmente, Jordi tiene una familia de nueve refugiados viviendo en su casa. Sin embargo, desde que empezó la invasión han pasado más de seis familias por su techo e incluso llegó a tener una comida en su casa con veinticinco ucranianos. Cuenta que «acoger a personas tiene más cosas positivas que negativas. Es cierto que a nivel económico puede ser un poco complicado pero ganas compañía y valores. Además, aprendes mucho de su cultura, idioma, gastronomía [...]. Todo el mundo debería ayudar en todo lo que pueda», afirma.
El padre de la familia refugiada de Kiev acogida por Jordi, la familia Stor, se llama a sí mismo el General. Es un licenciado en Derecho que tenía un bufete con catorce abogados a su disposición. Llevaba a su familia de viaje a las Maldivas, Barcelona o a Andorra y ahora no puede ni ofrecerles un techo. Entre lágrimas afirma que no tiene «nada». Los hombres de entre 16 y 65 años deben quedarse en Ucrania para combatir, pero una deformación en el brazo le sirvió para cruzar la frontera .
El día a día de los Stor es el de esperar a que termine la guerra. No obstante, al no saber qué pasará no pueden planear nada. El General suele leer información sobre Kiev. Actualmente está enviando currículums para encontrar un trabajo en Barcelona y así poder alquilar una casa. De todos modos, Jordi ayuda para que la espera sea más amena y monta barbacoas con más familias refugiadas, los lleva de excursión e incluso llegó a contratar a payasos para los más pequeños.
Jordi afirma que «todas las familias que conoce que han acogido están muy contentos de haberlo hecho ya que todos son muy educados». Cree que la labor que realiza es lo mínimo que puede hacer por los ucranianos y que todo es cuestión de ponerse en su piel. “Al final son gente como tú o como yo”, finaliza con una sonrisa.
Este es el trayecto que hacen las familias ucranianas para llegar a España, pasando por cada una de estas tres historias. Unas historias que no han terminado. Los chicos de Dos Manos Por Persona siguen con su labor aunque van yendo y volviendo, ya que no pueden dejar su vida de Barcelona. Decenas de personas les han escrito y se han desplazado también a la frontera para seguir su ejemplo. La intención de Tomás y Luis es volver en Semana Santa a la frontera y añadirse a los demás voluntarios. A Carlota Méndez le quedan tres meses de Erasmus y no descarta volver a pedir el año que viene la ciudad de Poznan y seguir ayudando. Está «muy contenta» de ver cómo cada vez hay más movimientos entre estudiantes extranjeros para ayudar al pueblo ucraniano. Jordi G.P. sigue recibiendo a refugiados. Los próximos meses de la guerra marcarán el futuro de los ucranianos y lo que éstos necesitan de los voluntarios.