Siempre nos quedará Casablanca
Con la compañía de Àlex Gorina, crítico de cine y director del programa ‘La Finestra Indiscreta’ de Catalunya Ràdio, Alfonso Méndiz, rector de UIC Barcelona, presentó a finales de febrero la colección de libros ‘Cómo se hicieron las grandes películas’, que recogen la intrahistoria de la producción de algunas de las mejores obras de la historia de la cinematografía.
Gorina presentó el acto en la librería Garbí Troa, que cumple 65 años desde su fundación, mostrando un símil entre la obra del autor y los populares gabinetes de curiosidades en la nobleza de los siglos XVI, XVII y XVIII. Aquellas pequeñas habitaciones o escaparates donde la alta nobleza y la burguesía coleccionaban elementos exóticos eran para él lo mismo que la idea de recoger pequeñas píldoras de la extensa cultura cinematográfica en una pareja de extraordinarios tomos. El crítico de cine añadió que ambos libros forman parte de su colección de relatos indispensables de su librería.
La colección de ‘Cómo se hicieron las grandes películas’ recoge el proceso, los recorridos, las anécdotas y curiosidades de algunas de las mayores producciones cinematográficas de todos los tiempos. Obras maestras como La Guerra de las Galaxias, Ciudadano Kane, Tiburón o El Señor de los Anillos se presentan detrás de las cámaras. Uno de los films que aparecen es Casablanca, precisamente la pieza que el ponente expuso en el evento.
Casablanca surge alrededor de 1940, con en el primer documento conservado, nada más y nada menos que el guión de la obra de teatro musical producida por Murray Burnett y Joan Allison, “Everybody Comes to Rick 's”. Lo que Burnett y Alison no se esperaban es que la obra pasaría de un sueño musical a un guión de cine comprado Warner Brothers por una cifra de 20.000 dólares. El guión prematuro no destacaba por la redondez de la historia o la caracterización de los personajes, lo que lo hacía único era su potencialidad de convertirse en una gran historia. Y tanto Michael Curtiz como Hal B. Wallis, director y productor, pudieron verlo.
Una vez comprado el guión comenzó la cirugía, a manos de un tridente de guionistas. Æneas MacKenzie se encargó de la estructura principal y en dar una primera impresión de los personajes, Philip y Julius Epstein reescribieron el guión y le añadieron su particular ingenio en muchos de los míticos diálogos del protagonista. Por último, Howard Koch remató el guión perfeccionando el personaje de Rick Blaine y añadió toda la trama política, influenciado por el hecho histórico del momento: la Segunda Guerra Mundial.
Aunque parezca algo completamente impensable, Humphrey Bogart e Ingrid Bergman no fueron la primera opción para encarnar a Rick Blaine e Ilsa Lund. Y es que el que acabaría siendo presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan fue una de las primeras opciones junto a Ann Sheridan. Los directores de la producción prefirieron optar por actores de menos caché y apostar por un Humphrey Bogart que venía de lograr un gran papel en “El Halcón Maltés”.
Como en todo rodaje, las complicaciones nunca faltan. Uno de los matices más resaltados en el libro es precisamente el caos que caracterizó la filmación. Para empezar, el guión estaba inacabado cuando empezaron el metraje. Fruto de eso tuvieron que empezar por la secuencia del flashback de París ya que los contratos con los actores aún no estaban del todo cerrados y era una escena con poca participación de los secundarios. La grabación se fue desarrollando aún sin tener un final y eso supondría un debate interno entre los guionistas y productores. ¿Qué iba a ser de la vida de Rick e Ilsa? ¿Acabarían juntos? ¿Triunfaría el amor o se les vendría encima una tragedia?.
Así pues, cómo rendir mejor homenaje a Casablanca que dejando este artículo inacabado y carente de final, igual que sucedió en el rodaje. De nada serviría leer las curiosidades de la obra maestra de Curtiz —presentes en el primer tomo de Cómo se hicieron las grandes películas — sin antes haber disfrutado de una de las historias de amor más míticas de la historia del cine. Así pues, acudiendo a las últimas palabras de la presentación por parte de Alfonso Méndiz: “Siempre nos quedará Casablanca. Y siempre, siempre, siempre nos quedará la librería Garbí”.