Jacinto Elá, el fútbol de masas real

El exfutbolista ecuatoguineano ha escrito un libro explicando su trayectoria. (Adrián Pérez Sanmartín / DOBLECHECK)
  • Su caso refleja la vida de quienes prueban una aventura arriesgada y sucumben ante el poder destructivo del fútbol 
  • Hoy escribe, ayuda a niños y cuenta su historia a los que aspiran a alcanzar la gloria

Con 13 años le nombran el mejor del mundo. Despunta en el Espanyol y a los 17 ya está en el filial, juega con las categorías inferiores de la selección española y es una estrella en ciernes. Con 19 se convierte en el primer jugador de su edad en fichar por un club inglés: el Southampton. El salto definitivo a la élite está cerca, pero a partir de ahí todo se oscurece: engaños, lesiones, desilusiones. El sueño termina y se convierte en pesadilla.

Es Jacinto Elá (36 años, Guinea Ecuatorial), pero podría ser cualquiera. Las carreras de Messi, Cristiano Ronaldo o Neymar son la excepción. Lo habitual es el caso del ecuatoguineano. La masa de futbolistas es como él, pero nadie se acuerda de ellos. En su libro, Fútbol B: lo que me habría gustado saber cuando era futbolista, y nadie me contó, Elá Eyene narra su historia, un documento con el que cientos y miles de jugadores se podrán ver reflejados.

 

"La burbuja del fútbol es necesaria para triunfar"

 

Es media tarde y en una cafetería casi vacía de Barcelona, Jacinto Elá se sincera: “Hay gente a la que le gusta más el fútbol”. Da vueltas a su café y se explica: “Siempre se habla de la burbuja de los futbolistas, y es necesaria. Pensar solo en eso es lo que permite triunfar, y yo no he tenido esa obsesión”. Él tenía el rap, la lectura y otras inquietudes que le ocupaban espacio en su cabeza, unos huecos que otros solo rellenaban con un balón.

Hubo un tiempo que parecían cosas compaginables. En Inglaterra alcanzó su mejor nivel: “Me sentía genial. Entrenaba mucho, lo necesito, no soy puro talento: soy explosividad y estado de ánimo”. Pero aquello duró poco. Un entrenador rencoroso (quiso ficharlo antes para el Coventry y él se negó) y los problemas de adaptación lo complicaron todo. “Yo tenía el balón y todo el mundo me gritaba en inglés, no sabía ni si eran de mi equipo y como no me enteraba de nada me ponía a chupar”, recuerda entre risas.

Harto de Southampton pidió salir cedido y recaló en el Hércules. Allí sucedió lo peor, una rotura del ligamento cruzado: “Fue en un amistoso contra el Elche, jugábamos los del ‘carrito del pescao’ y mira cómo terminó la cosa”. Paradójicamente, confiesa que ese periodo fue el mejor de su carrera por el crecimiento personal que le supuso.

 

Un final prematuro

Siguió peleando hasta los 26 años en distintos equipos de Segunda B y Tercera e incluso con una aventura en el Dundee escocés, pero entonces dijo basta. “No quería ser uno del montón”, reconoce. En aquel momento jugaba en Premià, y aunque cobraba bien, cortó de raíz: “Tenía el fútbol como un trabajo, ya no disfrutaba”.

Son muchos los que se quedan a medio camino en la carretera hacia el éxito, pero Jacinto tomó un desvío mucho antes de lo habitual: “Cuando has estado en el escalón previo a la élite dos o tres años, no lo subes y te caes, pierdes la motivación porque ves que has estado muy cerca y ya es difícil remontar”.  Además, encontrar un equipo con buenas condiciones ya no era tan sencillo: “Una vez pasas por muchos sitios no controlas los rumores. Algunos clubes pensaban que cobraba mucho y me han dicho varias veces, tiempo después, que no me ficharon porque no podían asumir mi ficha. Yo pensaba, joder, haberme preguntado cuánto quería cobrar, no era tanto”.


"Los maravillosos son Messi y Cristiano, el resto somos actores necesarios"


Pero no se arrepiente de nada: “No me imagino como futbolista profesional, no me veo en ese papel, en ese entorno. Me alegra no haber llegado”. Ha cambiado ese contexto por uno mucho más cercano a la gente: ayudar a niños en colegios, dar charlas a los aspirantes a futbolista y escribir libros.

Ha pasado una década desde que apartó el fútbol en activo de su día a día. Echa la vista atrás y es consciente de cómo fue su carrera y la acepta, pero también sabe que no fue una cuestión de nivel: “Los maravillosos son Messi y Cristiano, no todos pueden ser como ellos. El resto son actores necesarios, son como yo y muchos otros”.

¿La clave para conseguir un papel en esta obra? Una oportunidad: “Las plazas son limitadas y que te toque un visado para poder jugar primera división es una lotería, pero si te dan un poco de continuidad, te metes en el nivel. Muchos pueden. La clave está en el ritmo, no en la calidad, y eso solo se coge entrenando a esos niveles”. Su queja es que los entrenadores lo saben pero el conservadurismo en ese aspecto es muy grande. “Hay gente de 20 años más capacitada que muchos de 30 que alargan su carrera todo lo que pueden, pero nadie quiere arriesgar”, cuenta resignado.

 

Ejemplo para los jóvenes

Desde hace años el ecuatoguineano explica sus aventuras y pensamientos en su página personal. Ahora su ilusión es escribir a lo grande. Ya publicó Fútbol B y en breve lanzará Diario de un futbolista pobre, su última obra. Y quiere más: “Me estoy formando para crear mi propia marca personal”. Mientras, lo compagina con su otra profesión: “Trabajo desde hace ocho años en una escuela como apoyo a los chavales que tienen problemas de aprendizaje e integración”, explica.

La cita termina y Jacinto se marcha en metro a San Adrià del Besòs a dar otra de sus charlas. Son casi las ocho. Es de noche y hace frío, pero no le importa. El día agoniza pero él continúa. “Mi patrimonio es el tiempo, dame tiempo y yo me gano la vida”, dice con fuerza.

Era muy joven, pero fue el mejor del mundo. Aquella etapa, sin embargo, ya pasó. Todo ha cambiado, pero aunque sea de forma distinta a la que esperaba siendo un adolescente, su labor actual le permite ser un referente para los jóvenes que anhelan la gloria.