Volunturismo, el negocio de las desigualdades

En una sociedad muy centrada en las apariencias, ayudar a los que más necesitan se convirtió en una oportunidad única para crear contenido exótico para las redes sociales. 

¿De verdad que creemos que las influencers ayudan a los niños de África? ¿O que la solución para el hambre mundial está en traer europeos o americanos a países subdesarrollados? La verdad es que no. 

Ya son muchas las personas exponiendo el volunturismo como una mala práctica, pero es un problema que sigue siendo muy relevante, ya que es una práctica con mucho dinero involucrado. Además de quitar puestos de trabajo a locales, el volunturismo suele publicitar la idea de que puedes cambiar la vida a un niño hambriento en solo 2 semanas de vacaciones en un lugar exótico.

Desafortunadamente, la principal víctima son los niños, que por sus imágenes son los grandes impulsores de esta tendencia en las redes sociales. Su pobreza e inocencia se convierte en atracción turística que ayudará al influencer a ganar más likes y views. No solo ayuda el influencer cómo afecta negativamente el desarrollo del niño a nivel emocional y psicológico, dejando un trabajo muy difícil a los que se dedican al trabajo voluntario a largo plazo y que realmente tienen el conocimiento para ayudar niños en países subdesarrollados que en la gran mayoría de los casos ya presentan trastornos de apego por la presencia de demasiados volunturistas a lo largo de su vida.

El volunturismo empieza entonces a  funcionar como una agencia de viajes para turistas que quieren añadir algún significado a sus viajes o que desean una excusa para visitar países subdesarrollados e intentar conocer mejor su cultura a través de la exploración de las desigualdades sistemáticas.

Luego, al envés de satisfacer las necesidades de los locales, se satisfacen las necesidades de la persona que se dice voluntaria, como la necesidad de que sus seguidores sepan que es una buena persona o que es capaz de vivir por unas semanas fuera de la civilización como la conocemos. Termina siendo una demostración de como aún tenemos una mentalidad estructuralmente colonial, de que las personas que no viven en nuestro país o que no tienen la misma religión o cultura son menos que nosotros y, por lo tanto, tenemos que ayudarlos con nuestra mentalidad y no con habilidades como las de construir habitaciones, de filtrar agua o de enseñar a leer o escribir. 

Cada vez más se tiene que promover el trabajo voluntario local más que el internacional para dejar que se romantice la pobreza y las narrativas colonialistas. Por suerte, nuestra universidad impulsa iniciativas que suelen ayudar a personas de otros países, pero de forma productiva y honesta. También tenemos la oportunidad de ayudar a nivel local de maneras muy distintas y que sirven para todo tipo de personas. Además de ayudas más momentáneas, como el caso de Ucrania, es importante notar que aquí en Barcelona aún son muchos los que necesitan comida o apoyo, entonces no nos podemos dejar llevar por las tendencias online de ayuda. Empecemos por ayudar a una sola persona. Empecemos a ayudar porque sabemos que podemos cambiar un poco el mundo, no porque queremos solucionar el mundo.