“Crónica de una muerte anunciada”: Las esteticistas catalanas quieren trabajar
El sector de la estética considera que el cierre decretado por la Generalitat es injusto y carece de evidencias para llevarse a cabo
“Queremos trabajar”, “la estética es segura” o “no al cierre”: estas son algunas de las reclamaciones que hicieron las decenas de personas, pertenecientes al sector de la estética, que se concentraron delante del Departament de Salut la mañana del pasado 17 de octubre. Las esteticistas, congregadas en la Travessera de les Corts, se reunieron para manifestar su descontento con las nuevas medidas decretadas por el Govern para hacer frente a la covid-19.
Un día antes, el viernes 16 de octubre, la administración catalana había publicado en el Diari Oficial de la Generalitat de Catalunya (DOGC) las restricciones que, durante al menos 15 días, iban a estar vigentes en la comunidad autónoma. Entre otras indicaciones, el DOGC estableció que los servicios no sanitarios que implican contacto físico, como masajes o tratamientos de estética, quedaban cerrados hasta el fin de las restricciones, excepto en el caso de las peluquerías.
Cristina Mateo es la propietaria del centro Ainhoa Estética, que se encuentra en Badalona, y muestra su disconformidad con la forma de tomar la decisión por parte de la Generalitat: “Valoro negativamente las medidas tomadas, porque nos han cerrado sin conocer realmente lo que hacemos y las precauciones que tomamos”. Mateo explica que no les han tenido en cuenta porque, de haberlo hecho, no les hubieran cerrado. Por su parte, la propietaria del centro Pecats Venials, Rosa Casals, explica que lo único que quiere el colectivo es trabajar y apunta que los centros de estética son “tremendamente seguros”.
Ambas profesionales aseguran que todos los centros de Cataluña habían apostado por el cumplimiento de las medidas y que habían invertido en ello. “Hemos tomado mayores medidas que las que se nos han impuesto y deberían ver que los centros no son focos de contagio”, apunta Mateo. Según datos del Ministerio de Sanidad, en toda España se han producido siete brotes de covid-19 en centros de estética o peluquerías, con un total de 25 contagiados.
La administradora del grupo El templo de la estética, que cuenta con 8.654 participantes, Eunice Martínez, fue quien convocó la congregación. Poco antes de finalizar la concentración, Martínez leyó un manifiesto que enumeraba las reivindicaciones del sector y aseguraba que “somos los primeros que velamos por la salud de nuestros clientes y, aun así, se nos ha impuesto arbitrariamente cerrar los centros de estética”. Martínez destacó que estas medidas suponían un agravio comparativo respecto a otros negocios que sí tienen la posibilidad de abrir, como gimnasios (con el aforo limitado al 50%), tiendas (con el aforo restringido al 30%) o centros de fisioterapia, que llevan a cabo unos protocolos de higiene y desinfección idénticos a los de las esteticistas.
“No queremos una ayuda para estos 15 días, lo que queremos es trabajar y, si nos dicen de hacerlo como en la fase 1 [una clienta por esteticista], así lo haremos”, exigió Martínez. Cuando la concentración terminó, la administradora del grupo El templo de la estética charló con unos cuantos asistentes y concluyó que la próxima convocatoria podría realizarse junto al sector de la hostelería, puesto que aunar fuerzas les haría ganar visibilidad y fuerza.
Mateo y Casals admiten que estas dos semanas sin trabajar van a ser complicadas. La primera cuenta que el cierre le viene muy mal en este momento: “Tenía diferentes tratamientos empezados y tenía trabajo para estos 15 días y ahora, entre que no sabemos a ciencia cierta cuándo podremos abrir y que tengo que cambiar las horas, me viene fatal”. Además, Mateo se lamenta de que, pese al cierre, van a tener que pagar los impuestos igualmente.
Por su parte, Casals explica que “tenía un pequeño fondo para 15 días, pensando que quizás podía contagiarse alguno de mis ocho trabajadores y tendríamos que cerrar, pero si esta situación se prolonga más me va a matar”. Casals sabía que un contagio implicaba un cierre de 15 días, pero ahora no sabe cuándo volverán. Ella lo define como “la crónica de una muerte anunciada”.